Supongamos que no te echo de menos, que no pienso en que
ahora mismo cruces esa puerta que nos separa y me quites de escribir esto, pero
eso no pasará. No pasará porque ni siquiera aún después de tanto tiempo sé qué
pasa entre nosotros, y sinceramente no sé si quiero saberlo.
Supongamos que no me gustas nada, que no se me pone esa
sonrisa tonta en la cara cada vez que te veo pasar o cada vez que te veo por
las noches a través de mi ventana, que no siento escalofríos cada vez que me
rozas o cuando dices mi nombre en cualquier parte. Supongamos que no, que no
siento nada, o mejor aún, supongamos que no tengo miedo. ¿Cómo sería? ¿Cómo
sería la historia de aquella niña que por fin dejó su miedo a un lado? Sería
bonito, como decías tú, como solías decirme tú.
Todo hubiera sido más lento, o más rápido quizá, pero todo
hubiera sucedido, hubiera sido plenamente yo y eso me gustaría aún más, hubiera
empezado una bonita historia desde el principio, sin baches que no dejan
avanzar, sin lágrimas tontas o inseguridades que me susurraban cada mañana que
no, que aún no era el momento, nuestro momento.
Por suponer, supongamos que ahora mismo no sigo teniendo las
mismas ganas de al principio de correr hasta tu cama y que me digas esas cosas
que tu solías decirme y que me hicieron perder mis inseguridades, supongamos
que no.
Quiero suponer que no te estoy empezando a querer, que no me
estoy enganchando a ti, que no puedo ser libre por el hecho de quererte, pero
sinceramente no se me ocurre una forma más placentera de no serlo.
Es una verdadera lástima que todo esto sea una suposición, y
que cada una de las letras escritas salgan de mis ojos en forma de lágrimas.
Anna
No hay comentarios:
Publicar un comentario