Y en el momento en el que ella lo confesó no había nada que
decir, o quizá aún estaba todo por decir. Quizá ese era el momento exacto y no
era cierto aquello de que esa moneda, en esa fuente, había hecho que su deseo
se cumpliera. Quizá era solo la seguridad que en ella había creado esa moneda
al fondo de esa fuente, pero creo que no, creo que era el momento.
Ya no habría más días vacíos (aunque nunca lo fueron, desde
que apareciste), caricias que no mostraban nada (las mías siempre lo hicieron),
ni tampoco habría segundos en los que por un momento pensaba que todo me daba
igual, que me daba igual tu reacción, tenía que decírtelo. Pero ya no habría de
eso, no estaba nada dicho y eso era lo que más me gustaba. Ahora sí, ahora
podría decirte miles de veces lo que sentía y sin miedo. Ya no me hacían falta
más fuentes ni más monedas… Porque aunque nada estaba dicho, creo que a partir
de ahora no se va a quedar nada por decir.
Anna
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